lunes, 25 de enero de 2010

Delegado

"Delegado: dice ser de un pringado imberbe que o bien en el colegio o en el instituto es elegido por sus pérfidos compañeros de clase para ocupar un cargo que no sirve de nada y que conlleva solo el titulo de delegado, como si dijese fulanito qué más da, no sequé, no sé cuantos ¿de apellido o de nombre?" Esta definición esta sacada de mi particular diccionario (editorial bromas y cachondeo). Pero creo que ilustra muy bien lo que son los delegados de clase en la práctica, pues en la teoría es una forma más para que el alumno se vea representado delante del profesorado, algo así como un representante sindical. Muy bonita la teoría, un aplauso (solo uno). Pero en la realidad no es así, se ha convertido en un trámite en las aulas escoger a alguien que lleve ese título y ya está, ya que no tiene competencia en nada. Pero claro, díselo tú a los chavalines y chavalinas de primero de la ESO, que están como locos por ser delegados, para comprobar que es eso y si aporta beneficios por parte de los profes y reconocimiento ante sus compañeros de celda, disculpad quería decir compañeros de clase. Pero con el paso de curso uno descubre que es un cargo inútil y estéril, es más te puede traer hasta problemillas. Es entonces cuando la gente se pone de acuerdo para poner en ese cargo al primer pringado de la clase. Uno de esos pringados que alguna vez fueron elegidos fue el que os está escribiendo ahora. En la clase donde me encontraba reinaba una enorme cantidad de repetidores (10 repetidores frente a 13 no repes) y reinaba un olorcillo a "Tengo que estar aquí por eso que la escolarización es obligatoria, pero cuando cumpla 16 aquí os quedáis queridísimos profesores y demás gente que tanto me agradáis". Pues bien como comprenderéis mi clase destacaba por el desorden, el alboroto, la suciedad, las encarnizadas guerras de Tizas y borradores, bolitas de papel tiradas por bazucas mortíferos creados con bolís y un larguísimo etc interminable. Muy pocos queríamos aprender en esa clase y algunos se dejaba arrastrar por la mayoría. Llego un día en el que el tutor decidió hacer las votaciones para el delegado. La votación quedo en que con el 90 % de los votos un servidor de ustedes quedase como el pringado delegado. El tutor me dio la lista en la que aparecía mi nombre y el de todos mis compañeros que servía para que los profesores supieran quien faltaba y quien asistía a clases. Además al delegado siempre le tocaba pringar para ir a por tizas a consejería, ya que misteriosamente habían desaparecido durante las ya mencionadas guerras Tizeras. Vi una oportunidad para que no me acribillasen a tizazos, si yo era un objetivo preferente para los francotiradores. Decidí tener un control férreo de las tizas, sería el dictador de las Tizas. Sí señor. Conseguí atajar el problema de las tizas, pero no terminaron los lanzamientos de borradores de Pizarra y de algo más grande, sillas (no exagero). Otra guerra abierta en mi carrera como delegado fue el parte de asistencia. Antes de que me eligieran el parte desaparecía por arte de ensalmo, vamos que parecía que teníamos a Harry Potter en la clase practicando embrujos de desaparición con las listas. Decidí guardármelo en mi mochila y las desapariciones parecieron terminarse, hasta que me los empezaron a sustraer de la mochila y ya de paso una vez alguno pensó que mi monedero era especialmente bonito o lo que contenía y me lo robaron, eso sí que se llama un trabajo completo. Lo que os diga yo, eran unos auténticos maestros en los robos y desapariciones misteriosas. Supongo que alguno estará en algún poblado chabolista de la capital de las Españas y que se dedica a mangar coches en la actualidad (lo digo con todo mi cariño, el mismo cariño con el que me robaban ellos). Nunca supe quien o quienes fueron los maleantes. Pero mi vida como delegado querido y adorado por las masas ciudadanas se termino muy pronto. Ese hecho ya lo comente en otra ocasión, no hace mucho tiempo. Como comente en aquella ocasión me cambiaron de clase. Una clase que no tenía nada que ver con la anterior clase de la que procedía yo. Pero mi vida como delegado aquel año no terminaría. El delegado de mi nueva clase era un imberbe algo majadero con ínfulas que era uno de los poquísimos gamberros de esta clase (en realidad era el único). El muchacho se dedicaba a falsificar la lista de asistencia cuando el faltaba, a armar continuas broncas y algún etc más. Nos causaba tantos problemas a nuestra clase que decidimos mis compañeros y yo echarle de delegado (creo que le sentó fatal nuestra decisión, ya que empezó a ponernos a caldo y gritarnos que no éramos mejor que él). Se volvió a votar y salió como delegada una muchacha y yo como subdelegado. En fin mi experiencia como subdelegado fue mucho mejor que mi anterior etapa como delegado. 


1 comentario:

  1. RIANSE USTEDES PERO ESTOY MAS ENGANCHADO
    A ESTE BLOG QUE GARFIELD A SUS LASAÑAS
    CUANTO LE GUSTABAN AL JODIO.
    DICHO LO CUAL SEÑOR FEANOR SIGA USTED
    ILUSTRANDO A LA PARROQUIA,QUE ALGUN FELIGRES
    MAS SEGURO QUE SE NOS UNE.
    UN ABRAZO DESDE LO PROFUNDO DE LAS PEÑAS SALTADERAS.

    BOIORIX

    ResponderEliminar