¿Alguna vez habéis estado delante de la oscuridad, sin daros cuenta que en realidad estáis en un sitio con luz y rodeado de ojos atentos que os miran? ¿Si, no, tal vez? Yo si, os lo contare. Era una mañana de mediados de Octubre y por las ventanas del instituto se podían ver los raquíticos arboles desnudos de hojas de un descampado cercano. La niebla vespertina se retiraba para dar paso a un Sol que parecía empeñado en calentar, aunque parecía costarle y yo salía de clase de lengua cuando se escucho el timbre que indicaba que tocaba recreo. El tiempo voló y de nuevo se pudo escuchar el timbre y todos los alumnos nos dispusimos a entrar formando una cola interminable para entrar al Hall, como si fuéramos la cola de una gigantesca serpiente. Pero al final entramos y volvimos a las aulas. La clase que me tocaba era Religión, cuya profesora solo con verla decías: -Bueno, no sé cómo serán los ángeles, si es que existen, pero si existen deben de ser así: perfectos de piernas (que piernas tan largas y estilizadas por el amor de Deux), pelo castaño claro y siempre sonriendo y cuestionándote tu fe a todas horas. No me acuerdo sinceramente que dimos aquel día, pero si me acuerdo que seme hizo muy larga para mí, mis compañer@s y para la propia profesora. Todos mirábamos con miradas mal disimuladas hacía el reloj de la pequeña aula que teníamos los de Religión. Y al final las agujas se dirigieron hacia los números mágicos y el timbre volvió a vibrar estrepitosamente. Me dispuse a guardar todas mis cosas y salí el primero de clase, cosa poco habitual en mí ya que era y soy un tardón. Como es lógico al salir antes que nadie también llegue el primero a mi habitual aula de clase. Estaban saliendo todos de clase, para estirar las piernas y me metí dentro. La clase estaba completamente vacía, deje la mochila encima de mi silla y cuando me di la vuelta unos ojos y una sonrisa me dieron la bienvenida. Aquellos ojos los conocía bien, eran de un muchacho que había coincidido conmigo en alguna clase.
-Eh que pasa- me dijo como a manera de saludo- bonita mochila.
Y diciendo estas últimas palabras me derribo la silla donde se encontraba mi mochila. Yo me apresure a levantarla, pero el muchacho me agarro y me empujo hacía atrás, volviendo a mostrar una sonrisa, que claramente no era amistosa. Me fui otra vez hacia la mochila y el me empujo y me tiro al frio suelo. Me levante y otra vez me fui hacía la mochila. Ni siquiera le esquive cuando me agarro y me tiro hacía otra mesa. Mi cuerpo se precipito hacia esa mesa y se golpeo duramente. Pero eso no me impidió que me levantara y le mirase a la cara.
-¿Qué?- me dijo con voz divertida.
-Deja mi mochila y vete- le respondí.
Parecía que me hacía caso y se dirigió hacia la puerta. Suspire de alivio y algo dolorido me fui hacia la mochila. No llegue a tocarla. Sentí como unos brazos me agarraban y me tiraban al suelo y me tiraban encima algo duro (una silla) el objeto me golpeo de tal manera que no pude aguantar un quejido que se me escapo por la garganta.
-A mí nadie me da órdenes. ¿Te enteras?
No sé lo que me empujo a decirle no. El se quedo un poco asombrado pero luego pregunto que decía y otra vez le respondí que no le iba hacer caso. Se enfureció y me pataleo una y otra vez como si lo que tuviese debajo fuera un saco de patatas. Me intente levantar entre aquel mar de patadas y logre sujetar la pata de una mesa cercana. Los golpes cesaron y logre levantarme agarrándome a la mesa. Una vez incorporado mire a mí alrededor: ya no estábamos solos, se había formado un corrillo entorno a nosotros. En las caras de algunos pude reconocer nombres y apellidos, pero ellos solo estaban allí como espectadores ávidos de la emoción de ver una pelea. Mi mirada se volvió a centrar en mi agresor. Sus ojos destellaban un brillo asesino y bullían de cólera. Entonces volví a moverme y le dije:-No te creas que por mucho tirarme al suelo eres mejor que yo. Esas palabras me condenaron. Me cogió por la cabeza, me acuerdo que intente darle una patada, pero eso solo provoco que me desestabilizara y me precipitase al suelo. Sentí como su mano aferraba mi cabeza. Intente revolverme. Pero eso fue mi condenación, la furia estallo en mi atacante y empezó a golpear mi cabeza sobre el suelo. Y yo revolviéndome y con cada intento de mi parte de escapar la cólera del otro se iba inflando, podía sentir su respiración agitada y un gruñido de frustración provocado por el hecho de que aun me resistiese. De pronto mi cabeza se transformo en una pelota que votaba sobre las baldosas del suelo. Mi vista empezó a oscurecerse como si la noche hubiese caído sobre mí, mi percepción sobre lo que ocurría huyo a un lugar muy lejano y ya no escuche más esa respiración agitada que se encontraba detrás mía. Lo siguiente que recuerdo era que estba en un lugar a oscuras. Pensé que bien se estaba en aquella oscuridad tan protectora y que se me antojaba acogedora. No savia donde estaba ni quién era yo, pero me daba igual se estaba muy a gusto así. No pensaba en nada más, ningún pensamiento me atormentaba. Pero a medida que pasaba el tiempo en la oscuridad apareció como una especie de rumor, al principio no le hice el menor caso, pero a medida que seguía ese rumor me pico la curiosidad y me interese por saber de donde provenía ese ruido en aquella oscuridad. Y poco a poco me acerque al ruido, aunque estaba seguro que no me estaba moviendo. Entonces la oscuridad se fue disipando para dar lugar a algo de claridad, y de pronto abandone definitivamente aquella oscuridad y comprobé que seguía en la clase, que no me había movido o mejor dicho sí, estaba sentado en una silla y alguien me miraba expectante. No le conocía. Pero el parecía que si pues me estaba hablando, aunque no le entendía muy bien lo que me estaba diciendo. Poco a poco la comprensión volvió a mí y supe que el que me estaba hablando era un profesor de inglés, que conocía de vista y a su lado el jefe de estudios.
Continuara.............
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