miércoles, 3 de marzo de 2010
El Sabor de la derrota
¿¿Como sabe la derrota?? ¿¿Tendrá un sabor salado, agrio, dulce, acido?? ¿¿A que se parecerá?? La derrota, más bien dicho una de las innumerables derrotas que sufrí en el instituto me supo a sangre, tal vez fue porque tenía toda la boca llena de esa sustancia, un liquido caliente, extraño que lo inundaba todo dentro de mi boca. La sangre manaba sin detenerse por el interior de mi labio inferior, como un torrente de agua que baja de los montes. La sangre, mi propia sangre manaba del labio inferior a causa de un puñetazo cargado de adío, de alguien que se había sentido humillado por un imbécil majadero. El imbécil majadero soy yo. ¿Que que le había hecho al muchacho para merecerme aquel puñetazo que me había desgarrado el labio? Cometer solo un error, corresponder al saludo de su novia, al salir de clase. El novio me pregunto que quién me había dado a mí el permiso para saludar a su novia (creo que algunas personas no se han dado cuenta que la esclavitud y la servidumbre desaparecieron de este país hace mucho tiempo), acto seguido me convino civilizadamente (es ironía) a que le pidiese perdón. No, le respondí. Las carcajadas empezaron a brotar de las gargantas de sus amigos, los cuales estaban presentes. Aquello le desespero, sus amigos, mejor dicho sus amigotes se estaban riendo de él a causa de un insignificante imbécil. Me empujo hacía dentro de la clase, aquello había que solucionarlo como dios manda, seguro que pensó y así lo haría. Primero empezó con las amenazas, después paso a la acción dirigiéndose hacia mí, me escabullí y viendo que me iba a resultar molto dificile salir ileso de allí, decidí defenderme y cogí el borrador de la pizarra y tirárselo, falle. El me respondió lanzándome una silla, que afortunadamente se estrello contra la pared. Uf, por muy poco pensé, y entonces fue cuando aprovechando mi alivio momentáneo me sacudió un puñetazo, que ríete de los boxeadores cuando dan un derechazo. Entonces fue cuando como he dicho antes empezó a manar sangre de mi labio. Una derrota más. Una humillación más. Y en esa humillación, una vez más estaba solo, puesto que todos habían salido corriendo al ver que estaba sangrando por la boca. Todos huyeron, incluida la novia del chaval que me había arreado aquel puñetazo, pero lo que yo no sabía es que ella se dirigía a dirección para contar lo sucedido y que me atendieran. Me encontraron con la boca abierta escupiendo un torrente de sangre y así me dirigí una vez más a urgencias. En urgencia me dieron unos cuantos puntos y para casa. Otra vez derrotado pensé. Una vez más humillado. Ya había perdido la cuenta de cuantas veces me había sentido así.
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