lunes, 1 de marzo de 2010

Testigo

Los rayos del sol brillaban por su ausencia en todo el instituto, tanto en los pasillos como en las clases la única luz que reinaba era la de los forescentes en un día oscuro y triste de Invierno. Mi ánimo no es que fuera diferente, pero aquella semana mi mente me repetía una y otra vez, esta semana va a ser tranquila, tu tranqui. Sí, la verdad es que mi mente no decía ninguna mentira, era jueves y no me había pasado ninguna dificultad o problema. Pero aquella semana me tocaría ser testigo y no protagonista. Aquella misma mañana. Pero sigamos con el relato y no adelantemos acontecimientos. Aquel día, que como he comentado era un Jueves, nos tocaba a primera hora Tecnología, pero el profesor de esa asignatura no había acudido aquel día a clase, el profesor de guardia decidió llevarnos a la aula de informática para que pasáramos el rato entretenidos con los dichosos ordenadores sin causar alboroto. Pero el profesor cometió un error. Nos dejo a las puertas del aula mientras que el iba a por las llaves y fue en ese mismo lapsus entre que el profesor iba a por las llaves, cuando el macarrón de turno decidió animar el cotarro, me lo estoy imaginando pensando, esto que parezcamos reclutas acobardados a la espera del sargento o el cabo se ha terminado. Y empezó sin más dilación a pasearse vociferando (bueno en realidad el término adecuado sería berreando como los ciervos durante la berrea) y golpeando las puertas de las aulas que estaban a los lados del pasillo donde estábamos. Desde luego era un animador innato, tan innato que con todo eso llamo la atención de uno de los profesores que estaba dando clases en alguna de las aulas de aquel pasillo. Y el profesor que salió no era precisamente un alma caritativa y compasible con los toca........... (Que cada uno complete la frase como crea más conveniente). El profesor, que concretamente era de Naturales y nos daba esa misma asignatura a nuestra clase, contemplo al grupo de estudiantes que componía aquel grupo de donde había venido aquel alboroto. Enseguida y sin más dilación se dirigió hacia el culpable, no le hacía falta preguntar. Enseguida le mando que se fuera a Dirección, pero el aludido no se movió ni un ápice de sus músculos en la dirección donde le ordenaba el profesor, sino que se encaro con él y le dijo que no. Los dos, tanto el profesor como el alumno se enzarzaron en una discusión, donde el primero recriminaba la actitud al segundo y este negaba los hechos. Las palabras fueron a más el profesor le empezó a amenazar con una expulsión si no le hacía caso de inmediato. La tensión siguió acumulándose tanto en el chaval como en el profesor y el tono fue elevándose, hasta que la cosa estallo con ¿tú crees que soy imbécil? vocifero el profesor, cuya paciencia se había esfumado, la pregunta retorica tubo como respuesta un sí, del chaval. Aquello como digo estallo. Ambos se enzarzaron en un mar de golpes y amenazas de muerte por ambas partes. E presenciado en mi vida altercados muy dispares y con protagonistas también de lo más dispar, pero aquello se grabo en mi retina como si uno de los protagonistas hubiese sido yo. Cada golpe coda empujón cada botón arrancado de la camisa del profesor, la camisa del chaval teñida con pequeñas gotas de sangre provenientes de su labio inferior, cada detalle de aquel truculento espectáculo (por llamarlo de alguna manera) se quedo grabado en mí. ¿Que sucedió después? El altercado entre alumno y profesor llamo la tención de los demás profesores que salieron de las aulas contiguas y consiguieron con gran esfuerzo separa al alumno del profesor. Los gritos de estás muerto, resonaban en el pasillo como si se tratase de una caverna en la que hubiese mucho eco. Estás muerto, gritaba el ensangrentado muchacho al profesor que estaba con la camisa destrozada y que parecía que también estaba herido en alguna parte de su cara, puesto que había algo de sangre en esta. En varias ocasiones el muchacho se zafo de los brazos de los profesores intentando volver a la pelea con el profesor, pero era interceptado antes de que alcanzase al profesor. Y así fue como termino aquello, en cuanto, aquella pelea entre aquel profesor y aquel alumno, el alumno fue expulsado del instituto definitivamente y los padres del alumno denunciaron al profesor por agresión a la persona de su hijo y al instituto por expulsarle sin motivo alguno y por no haber sancionado al supuesto agresor de su hijo. Agresor. Decidme ¿quién fue la víctima y el verdugo? ¿Quién fue el agresor y el agredido, profesor o alumno? En fin aquello demostró la impotencia y la limitación del profesorado a la hora de imponer orden en las aulas de aquel instituto, no, no los culpo. Pero la verdad es esa. ¿Qué hubieseis hecho en el lugar del profesor para poner orden aquel alumno? La respuesta es difícil, ¿qué hacer en esos casos? En fin con esta alusión a aquellos acontecimientos solo quería denunciar el acoso y la presión que tienen los profesores. Por último mis recuerdos y mis respetos por aquel profesor, aquel mismo que por la presión de la familia del joven fue despedido del centro. Aquel mismo con el que aprendí la formula de la pólvora, aquel que acuño el termino homo-burro y que cuando recuerdo esa palabra y por extensión al propietario de esa palabra en mi boca se forma una sonrisa.

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