¿Nunca os ha ocurrido en vuestras vidas desear algo que no teníais con una intensidad y una fuerza inusitadas? La respuesta en mi caso sería un SI escrito en mayúsculas y es que cuando uno no tiene algo como se suele decirse es cuando realmente te das cuenta que lo has perdido. Nunca en esta vida desee algo con tanta fuerza que la paz y la tranquilidad de mi alma durante las interminables e infernales jornadas de instituto, como jamás desee en esta vida algo antes. En aquel tiempo pocas cosas me sobraban y muchas escaseaban. Pero lo que más echaba de menos era una paz y una tranquilidad permanentes para mi alma. Un alma que por aquel entonces tenía muchas roturas en múltiples partes y sangraba una y otra vez, ahuecando mi ser, dejándome vacío de cualquier otra sensación que no fuera un cierto regusto de amargura y de rampante miseria. Puede que ahora, mientras estoy escribiendo pueda parecerme que aquello sucedió hace eones (como acostumbro a decir habitualmente) y que la ilusión de pretender que aquello nunca sucedió, que aquello nunca lo sentí en mis entrañas, aquella marabunta de sensaciones y sentimientos, pueda adueñarse de mi, aunque considero por fortuna o por desgracia que pensar lo que pudo ser y no fue es una autentica perdida de tiempo. Pero no, por desgracia aquello no fue un sueño lejano y remoto, fue algo real. Algo terroríficamente real. Me sentía vacío por dentro y lleno de oscuridad y amargura. Todo esto sucedió poco a poco a través del tiempo, pero fue un virus constante y voraz que me invadió y que le costo ahuecar el ala de mi alma. El caos reinaba dentro y fuera de mí en una espiral llena de locura, locura humana. Sensaciones como el dolor, la dejadez, el desprecio y otras tantas sensaciones (algunas las e ido narrando en este blog) fueron la tónica dominante de aquella espiral y de aquella época. Fui olvidado por casi todo el mundo y abandonado a mi suerte (uno de los primeros que me abandonaron a mi suerte fui yo mismo, esto pueda resultar confuso, pero así fue). Si todos o casi todos me abandonaron y me olvidaron, yo también hice lo mismo, abandone a todos. Y el anhelo de paz y tranquilidad empezó a ser una quimera, una utopia que mis ojos apenas habían visto. Algo distante y totalmente fuera de mi alcance. Así que si era algo totalmente inalcanzable para que molestarse en buscarlo. Así que abandone la búsqueda de paz y tranquilidad y me abandone a aquella marabunta de malos tratos y golpes que me regalaban con tanto ahínco y afán mis compañeros. Hoy en día, con la lógica perspectiva que da mirar al pasado con otra mentalidad que la que tenia en aquel tiempo, pienso lo fácil que fue todo aquello, el dejarse abandonar por los demás y encerrarse en si mismo. Fue una acción desesperada y aunque pretendí que la tranquilidad había volado a otro nido, tal vez el dejarse abandonar por los demás y por mi mismo, fue un desesperado intento ultimo e inconsciente de encontrar la paz en aquella actitud, un placebo.
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