viernes, 8 de octubre de 2010

Profesores I


Durante mis años de instituto conocí tanto a muchos chavales de mi misma edad o de otras como a muchos profesores. Estos últimos quizás merezcan una entrada, una entrada que hoy se la dedico a ellos.                                                                                                                       Conocí durante mis años de instituto a unos cuantos profesores que fueron tutores míos. No a todos les recuerdo de la misma manera ni intensidad. Algunos como es lógico los recuerdo o los estimo más que a otros. Esto se debe al grado de involucrarse que tuvieron algunos más que otros. Y es que todos eran profesores, pero algunos no solo se limitaban a asistir a clase y cobrar su sueldo mensual, sino que realmente intentaban no solo que aprendiese la persona que realmente quisiera sino también sacar todo lo que nos podía ofrecer como individuos. Recuerdo especialmente a un profesor de mandíbula imponente y semblante adusto que solo con mirarte hacía temblar al más chulesco de los rebeldes del instituto. La asignatura que impartía era Historia. Tuve la suerte, yo diría la gran suerte de ser alumno suyo durante dos años. A pesar de la imponente fachada de aquel profesor y de una mirada que parecía penetrarte en lo más dentro de uno, haciéndote pensar si podía leerte el pensamiento, era una persona de esas que aman su trabajo y trataba a todos por igual. Todo el que haya ido a mi instituto recordara el ya citado semblante serio, pero a pesar de aquel semblante cuando reía era toda una cascada de carcajadas y cuando sonreía recuerdo que toda su cara estaba surcada de una sonrisa franca y sincera. Aparte de dar la asignatura de Historia, era el jefe de Estudios de los cursos comprendidos entre primero, segundo y tercero, sino recuerdo mal. Este cargo le venia ni que pintado, ya que imponía y creo que para ese cargo uno debe de emanar autoridad a los alumnos y dedicación a ese puesto. Era un autentico espectáculo ver como en ocasiones los pasillos estaban atestados de alumnos ociosos le costaba un mundo hacer meterse a estos en sus aulas, mientras que con aquel profesor solo su presencia, sin una orden explicita hacía que todo el mundo empezase a meterse en sus clases y cerrasen las puertas temiendo que aquella estatua móvil se metiese en clase condenando alguno de ellos a un parte. Además, es curioso creo que fue el profesor que menos faltas tubo de asistencia de alumnos a lo largo de los años que a estado en un instituto. Tenía además una capacidad extraordinaria para captar la atención de los alumnos. Nos motivaba con cosas parecidas a anécdotas personales incorporándolas a lo que estábamos dando. Además en gran medida fue el culpable de que me aficionase al mundo de la tinta y la celulosa y me convirtiese en un ávido lector. Nos solía mandar pilas enteras de ejercicios y búsquedas en enciclopedias, lo que hacía que la asignatura de historia fuera más de letras que la de Lengua (que chiste más malo, pero creo que es un buen ejemplo). Aparte de los exámenes, trabajos y ejercicios mandados para que contase en la nota solía contar como nota importante la lectura de un libro al menos por trimestre. Nos solía recomendar tres opciones cada trimestre y cada uno debía de elegir la opción que más le conviniese. No nos obligaba a leernos todos los libros, solo uno por trimestre pero yo coji la costumbre de leerme al menos dos por trimestre. Consiguió supongo además el sueño de todo profesor de Lengua y literatura: que los alumnos se aficionasen a leer. Era extraño que alguna muchacha, de estas que se saltan las reglas de la moda y que parecen tener la etiqueta rebelde en la frente le pidiesen a aquel profesor que le recomendasen libros, aunque no contasen para la nota. Además era un espectáculo cuando contaba alguna de las batallas que aparecía en el libro, arrancaban "que guay", "joder, tío" por parte de los asistentes a sus clases. Conmigo se comporto como pocos profesores me han tratado en el aspecto personal al margen de las clases la cuenta figuran el y un profesor de ingles que fue mi tutor), supongo que cosa rara en un mundo tan impersonal como es el estudiantil. Recuerdo haber tenido largas conversaciones con el al terminar las clases y solía permitirme seguir haciendo un examen cuando la campana ya había tocado.  Era yo creo uno de los profesores de esos que merecerían un premio por su dedicación, aunque solía decir: "Sí aprenden ustedes algo durante las horas que estemos juntos me conformo. Y si aprenden algo relacionado con la asignatura que imparto, será suficiente recompensa". Así con estos ejemplos y otros que podría poner se convirtió en un personaje digno de respeto y por añadidura si me lo permitís digno de alabanza por su dedicación y por la gran calidad de personal y humana que desprendía todas sus acciones hacía los demás. En un mundo en el que la figura del maestro y del profesor se ha hundido considerablemente y han perdido la fuerza educadora y moral de antaño y han hecho que todo aquel individuo que hoy en día ostente ese puesto sea maltratado por una sociedad cambiante e inconstante. Gracias, muchas gracias por haber tenido la gran suerte de haber conocido a aquel profesor en aquellos oscuros años que para mi fueron las clases en el instituto. Quizás, y es que suele pasar cuando admiras a alguien, esta entrada no le haga toda la justicia que merezca a su carácter y hacía su persona, pero creo que debía esta entrada. Así termino esta entrada que tendrá seguramente una continuación en la que seguiré tratando la figura del profesor con algún ejemplo de alguno de los profesores que conocí en el instituto. Hasta la próxima entrada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario